sábado, 6 de abril de 2013
EL FESTEIG DELS NOSTRES IAIOS
El noviazgo para nuestros abuelos era una institución complicada, llena de ritos y convenciones. Se decía estar en relaciones, que significaba, paradójicamente, que las posibles relaciones pasaban por mantenerlas bajo la atenta supervisión de los familiares o la denominada carabina, que consistía en pasear los novios por la calle, bajo la atenta y discreta vigilancia de algún familiar de la novia.
En algunas zonas de España era costumbre de que los novios hablaran por la ventana de la casa, pero en nuestra zona el fadrí que quería a una chica, además de enviarle señales con la mirada expresando los sentimientos de su corazón y alguna que otra palabra dulce y mas o menos intencionada si tenia la ocasión, iba de visita a su casa siempre acompañado de algún amigo intimo. Por poco que se repetían las visitas, la familia de ella entendía las intenciones del visitante, mostrando el fadri su pretensión con palabras con una intención acusada pero sin ir directamente a decir su pretensión; del mismo modo los padres de la fadrina demostraban si estaban por la labor o no de que su hija saliera con el chico que visitaba la vivienda. Una señal de que ella quería al fadri, era darle fuego cuando el enrollaba un cigarro.
A veces sucedía que a pesar de las intencionadas aunque discretas indicaciones de recibir calabazas, el pretendiente o no se daba cuenta o pensaba que aquello a base de hacerse pesado se conseguiría. En este caso la fadrina solía irse a la cama temprano, dejando la reunión y consiguiendo que con el tiempo aquel pretendiente no grato para ella, no volviera a rondarla.
Otras veces la manifestación de puertas para afuera pasaba porque el fadrí apareciera bajo la ventana de la fadrina con una guitarra, cantándole alguna canción que aludiera al amor que le profesaba.
En toda la pretensión del festeig, el novio se ponía cerca de la novia, pero no pegado, pues esto estaba mal visto e incluso algunos padres no consentían tampoco que los novios hablaran en voz baja.
Cuando llegaban las fiestas, los novios solían ir en grupo de amigos. El fadri le compraba a la novia unos dulces de turron, peladillas y caramelos que ella depositaba en un pañuelo blanco.
Llegaba el día importante que era el día de la petición de mano, era la primera vez que los novios comían juntos. El acto siempre se era de noche, después de cenar. En la casa de la novia se preparaban dulces, frutos secos, pa de figa, buñuelos, sin faltar por supuesto el vino dulce y alguna botella de licor. La familia del novio invita a sus parientes, y aquel a sus amigos, todos juntos van a casa de la novia con el padre del novio al frente.
Después de las presentaciones correspondientes y de preguntar por la salud de los familiares de la novia, sentados todos alrededor de la lumbre si es invierno o bien alrededor de la mesa, el padre del novio toma la palabra y con la seriedad que merece el momento viene a decir: que no han venido para hablar de la salud ni del tiempo que hace, ni de la cosecha y tampoco de la pesca, sino que han venido por la fadrina porque ya saben todos que su hijo la quiere.
El padre de la novia responde que él no tiene nada que decir, quien lo tiene que decir es su hija. Esta con el rubor en la cara y mirando al suelo, responde que ya ustedes saben que lo quiero. En ese momento todo el mundo irrumpe en una gran alegría y empieza la fiesta haciendo acopio de las viandas y el que sabe tocando algún instrumento.
Este ultimo acto indicaba que el noviazgo era formal y aunque no desprendía una obligación jurídica, si que era social con lo que conllevaba para ambos novios.
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